Mucho cuidado con el huevo.
Duros, fritos, poche o crudos, en forma de omelettes o tortillas, o como parte de innumerables recetas — desde frituras hasta panetelas — los huevos son parte de una dieta variada y balanceada. Además de ser deliciosos, los huevos son muy nutritivos y fáciles de digerir, contienen proteínas, son ricos en vitaminas y minerales y si bien han sido acusados de aumentar el nivel de colesterol, esta idea ha sido puesta en duda y todavía sigue el debate al respecto.
Sin embargo, a pesar de que son una fuente de importantes nutrientes para el organismo, también pueden transmitir enfermedades e infecciones como la salmonella, que es una de las principales causas de las enfermedades transmitidas por alimentos.
Hay que tener cuidado, porque aunque el huevo tenga una apariencia perfectamente normal tanto en la cáscara como en su parte interior, puede tener salmonella, un grupo de bacterias que también se encuentra en las carnes crudas de res o de ave, así como en las frutas y en los vegetales sin lavar.
Si una persona contrae estas bacterias, puede sufrir náuseas, vómitos, diarrea, dolor abdominal y fiebre. Si la persona está en un buen estado de salud, estos síntomas duran unos pocos días (por lo general al cabo de una semana ya deben haber desaparecido).
- Compra los huevos en lugares donde los mantengan refrigerados y abre el envase de cartón para asegurarte de que están limpios y que no estén rotos.
- Una vez en casa, refrigéralos rápida y adecuadamente (a una temperatura de 40º F o 4º C) hasta que los vaya a consumir, antes de que pasen las tres primeras semanas luego de haberlos comprado.
- Almacena los huevos en su envase de cartón original, mantenlos limpios y desecha los que estén agrietados o sucios.
- Cuando manipules los huevos, lávate las manos y todas las superficies que hayan estado en contacto con los huevos crudos, como los utensilios, los platos y las tablas de cortar. Luego, guarda rápidamente en el refrigerador los huevos que no vayas a usar o los sobrantes que contengan huevos.
- Cocina bien los huevos, hasta que la clara y la yema estén firmes. Los huevos revueltos no deben quedar acuosos y las recetas que contienen huevos mezclados con otros alimentos deben cocinarse a una temperatura interna de 160º F o 71º C.
- Cuando la preparación incluya huevos crudos o a medio cocinar al momento de servir (como el aderezo para ensaladas César, por ejemplo), usa huevos en cáscara o productos a base de huevo pasteurizados.
- Come los huevos inmediatamente después de cocinarlos y no los dejes calientes o a temperatura ambiente por más de 2 horas.
- Los huevos y los platos que contengan huevo, como quiches y soufflés, pueden ser refrigerados para servir posteriormente (durante los 3 o 4 días posteriores), pero se deben recalentar completamente antes de servir, a 165º F o 74º C. En el caso de los huevos duros (con o sin cáscara), no los consumas luego de 1 semana de haberlos cocinado.
- En los restaurantes, evita las comidas hechas con huevos crudos o cocidos ligeramente, sin pasteurizar.

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